Un postre cargado de significado, que evoca una vida llena de recuerdos, a veces marcada por el olvido de estos simples placeres. Estos gestos pueden parecer modestos , pero son un tesoro para quienes a veces se sienten muy solos o aislados del mundo exterior.
Cocinar con corazón… y adaptarnos
Cocinar para pacientes terminales requiere una atención muy especial. Muchos tienen dificultad para tragar o pierden el sentido del gusto debido a los tratamientos. Spencer lo entiende bien: adapta texturas, juega con aromas, reduce el contenido de sal de los platos… todo ello, preservando lo esencial: el placer.
No es solo cuestión de gusto, es cuestión de emoción. La comida puede evocar un recuerdo de la infancia, una ocasión festiva o simplemente tranquilizar.
Y muy a menudo, un elemento recurrente en los antojos de los pacientes: los dulces. Un flan pequeño, una crema de vainilla, una galleta suave… Dulces que reconfortan, incluso cuando todo lo demás parece desvanecerse.
Cuando cocinar se convierte en el último eslabón
En este establecimiento, cada plato cuenta una historia. La historia de una vida, un recuerdo o un sueño hecho realidad en el último minuto. Spencer Richards no solo cocina: escucha, observa, siente. Se convierte en un confidente, un mago, un poeta.
¿Y si, en última instancia, el secreto de una vida plena residiera en un simple bocado compartido con ternura?