En algunas situaciones, un hombre se queda porque su relación es parte integral de su identidad social y personal . Se siente valorado por la imagen que otros tienen de él: como un hombre casado, comprometido y estable . Cuestionar esta imagen puede hacerle sentir desequilibrado, incluso vulnerable. Teme lo que dirán sus familiares, amigos o incluso colegas. Por eso, prefiere mantener las apariencias, a veces más por miedo a cómo lo percibirán los demás que por falta de sentimientos genuinos.
El deseo de reparar en lugar de huir
Para otros, la separación temporal actúa como una llamada de atención. Se dan cuenta de lo que corren el riesgo de perder. Este momento de vulnerabilidad puede despertar una profunda necesidad de reinvertir en su relación , de reconstruir lo que había empezado a desmoronarse. Quedarse entonces se convierte en un acto poderoso: no una opción predeterminada, sino una decisión meditada, impulsada por un sincero deseo de reencontrar la armonía. Estos hombres no quieren empezar de cero en otro lugar, sino reconstruir juntos lo que aún vale la pena salvar.